
Halloween, qué buen invento. En realidad, es el carnaval. Es cierto que los disfraces a veces recuerdan al más aburrido de los carnavales, el de Venecia (nunca estuve). La onda estilizada de setenta dólares la máscara nunca me cabió. Pero en las fiestas de Halloween Súperman se pelea con la Mujer Maravilla (quizás ella le reclama lo del Hombre Invisible), Osama Bin Laden se besa con Condolezza, y todos en general, por un par de noches, se sienten muy liberados.
Pero lo de no haber podido salir a buscar caramelos me pone algo melancólico; hubiera sido un mundo en el que se aceptan caramelos de los extraños.