
En este país, las únicas personas que hablan en la calle son los que tienen celular y los locos. Aunque, según entiendo por mis horas de colectivo y veredas, podría decirse que acá los únicos que no tienen celular son los locos. Quiere decir que los únicos que hablan en la calle son los que tienen celular y los que no tienen celular. ¿O sea que hablan todos? Parece lógico. Bueno, así es la normalidad: la tiranía de lo mismo.
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Será por eso que me gusta tanto Happy-Happy-Happy, el señor de la foto (cada Happy, que hay escandir claro, dura un segundo; los dos primeros son iguales, el tercero un poquitito más agudo). Digo, la falta total de espacio público es algo más bien feo, pero él se lo tomó a bien y se propuso revertirlo con sonrisa de payaso y denuncia disléxica. Cuando no se es alguien que tiene celular ni se es alguien que no tiene celular, se es Happy-Happy-Happy.
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PD: Hoy salió en el NYTimes un artículo en donde el dueño de un café en Boulder, Colorado, decía que no iba a poner wireless connection para no amenazar la conversación. Heroico.