
Hoy fui a un partido de béisbol, mi ciudad contra Los Ángeles. Primero pensé que me había equivocado de estadio, porque ya estaba al lado y no se escuchaba nada. Después, ya adentro, caminando como por detrás de las tribunas, entreví césped hiperiluminado y personitas vestidas de beisbolistas; esa entrada de verde iluminadísimo por donde tenía que entrar yo parecía uno de esos "portales" que en los dibujitos o en las series de ciencia ficción llevan hacia otra dimensión u otro tiempo (esos tipo elipse humanoide, que son como de plasma multicolor, y podés saltar a través). Pero todavía estaba lejos de mi asiento (la tribuna es numerada) y tuve que darle la vuelta al estadio por sus galerías interiores. Primero pasé como por un vip, que mirás el partido a través de un vidrio desde mesitas donde comés pasta o sushi. Después pasé por un patio de comidas más popular, donde la gente lo miraba en la tele mientras hacía la cola. Al final llegué a mi asiento, y ahí había que mirar las pantallas gigantes que te dicen el resultado y cuándo bailar y cuándo gritar: "Make noise!", "Dance!", "Go nuts!" Por si ya estás muy borracho para leer, también te lo dicen en los parlantes. En realidad, hay como un locutor. Me recordó a mi visita a los estudios de América (sic), cuando nos reinsertamos en la cultura de masas desde las bases: el grupo de los grandulones en la tribuna de Sábados Musicales. Así que, obviamente, uno alienta (si no, no saldrías de tu casa). Yo alenté y alenté, e incluso canté el himno. Pero no, que no que no, no era el anatema nacional; era el himno al béisbol. O sea, como si en River o Chacarita o Chaco Forever las hinchadas cantaran, en cada partido, una canción en común: el himno al deporte. Todos hermanados en el canto, aunque hay un verso que es un fill in the blanks y vos ponés el nombre de tu equipo (el fill in the blanks lo podés ver llenado, si mirás las pantallas).
El juego en sí es muy matemático, no entendí nada; es al fútbol lo que el tute es al truco, una cosa más bien compleja, especulativa, casi una aventura bursátil. Cuando termina el partido, los perdedores desaparecen y el otro equipo hace una fila de menor a mayor onda acto escolar y es como que van pasando de a uno y se chocan esos cinco. Quizás tienen estudiado que así ordenados se hace más rápido que al tuntún; son como un montón de jugadores, así que se agradece. Igual, es raro que terminar tenga que ser tan terminante, porque durante el partido hay tanta parsimonia que el partido en realidad no importanta tanto, y vas y venís, pancho, papas fritas y cerveza, por las galerías.
Lo bueno: nadie te pega. Lo malo: la trompretita esa que toca el "Al ataque!" y recuerda aburridas masacres de indios de otros sábados, los de super acción.