27.9.05

béisbol


Hoy fui a un partido de béisbol, mi ciudad contra Los Ángeles. Primero pensé que me había equivocado de estadio, porque ya estaba al lado y no se escuchaba nada. Después, ya adentro, caminando como por detrás de las tribunas, entreví césped hiperiluminado y personitas vestidas de beisbolistas; esa entrada de verde iluminadísimo por donde tenía que entrar yo parecía uno de esos "portales" que en los dibujitos o en las series de ciencia ficción llevan hacia otra dimensión u otro tiempo (esos tipo elipse humanoide, que son como de plasma multicolor, y podés saltar a través). Pero todavía estaba lejos de mi asiento (la tribuna es numerada) y tuve que darle la vuelta al estadio por sus galerías interiores. Primero pasé como por un vip, que mirás el partido a través de un vidrio desde mesitas donde comés pasta o sushi. Después pasé por un patio de comidas más popular, donde la gente lo miraba en la tele mientras hacía la cola. Al final llegué a mi asiento, y ahí había que mirar las pantallas gigantes que te dicen el resultado y cuándo bailar y cuándo gritar: "Make noise!", "Dance!", "Go nuts!" Por si ya estás muy borracho para leer, también te lo dicen en los parlantes. En realidad, hay como un locutor. Me recordó a mi visita a los estudios de América (sic), cuando nos reinsertamos en la cultura de masas desde las bases: el grupo de los grandulones en la tribuna de Sábados Musicales. Así que, obviamente, uno alienta (si no, no saldrías de tu casa). Yo alenté y alenté, e incluso canté el himno. Pero no, que no que no, no era el anatema nacional; era el himno al béisbol. O sea, como si en River o Chacarita o Chaco Forever las hinchadas cantaran, en cada partido, una canción en común: el himno al deporte. Todos hermanados en el canto, aunque hay un verso que es un fill in the blanks y vos ponés el nombre de tu equipo (el fill in the blanks lo podés ver llenado, si mirás las pantallas).
El juego en sí es muy matemático, no entendí nada; es al fútbol lo que el tute es al truco, una cosa más bien compleja, especulativa, casi una aventura bursátil. Cuando termina el partido, los perdedores desaparecen y el otro equipo hace una fila de menor a mayor onda acto escolar y es como que van pasando de a uno y se chocan esos cinco. Quizás tienen estudiado que así ordenados se hace más rápido que al tuntún; son como un montón de jugadores, así que se agradece. Igual, es raro que terminar tenga que ser tan terminante, porque durante el partido hay tanta parsimonia que el partido en realidad no importanta tanto, y vas y venís, pancho, papas fritas y cerveza, por las galerías.
Lo bueno: nadie te pega. Lo malo: la trompretita esa que toca el "Al ataque!" y recuerda aburridas masacres de indios de otros sábados, los de super acción.

22.9.05

compré galletitas

Cuando tenía diez u once, dos o tres veces por semana, lo ayudaba al galletitero. O sea: él nos hacía creer que lo ayudábamos, para poder regalarnos galletitas sin cargo de conciencia o sin que la esposa lo retara. O quizás sea que el galletitero -como hubiera podido también hacer un quiosquero o un juguetero- regalaba su mercancía a pequeños inocentes para que la erijiéramos en ídolo en la bárbara sabana del consumo; para así, digo, malconducir -bajo la sonrisa inobjetable del generoso- a almas todavía puras a una falsa plenitud de los sentidos. En todo caso, nos regalaba galletitas, y nosotros lo sentíamos como un sueldo (algunos, los más radicalizados, llegaban a plantear que el tipo era un explotador no dispuesto a pagarnos vacaciones o jubilación; los más conspirativos hablaban de redes de explotación de inmigrantes en las que ocupábamos una posición oscurísima, dada nuestra condición de argentinos). (hablando de transiciones falsas, o de la falsedad de la transición, estaba releyendo a Cortázar para mi clase y descubrí que eso sí que lo hace bien: sus cuentos fantásticos son como el "cazanovias", ese que metés el dedo y lo sentís todavía libre pero cuando lo querés sacar está atrapado).
Pero volviendo al galletitero: decía que nos pagaba un sueldo (a mí en melitas y pepas) y que a veces nos dejaba ir subidos al paragolpes de atrás de la camioneta. Bueno, me acordaba de esto porque hoy volví a ver a un galletitero, aunque ahora de Berkeley, así que se pueden imaginar las diferencias. Muy simpático el señor; nos hizo comentarios de actualidad, nos dio a probar variedades y finalmente nos vendió unas doce galletitas de calidad inigualada. Yo probé un pedacito y casi de inmediato diles la razón a quienes preciaban el producto. No tengo foto del galletitero, pero algún día voy a mostrar las de las galletitas.

19.9.05





Tendría que haber empezado con mi casa, ¿no? Así que hoy empiezo por hoy: hoy fuimos con Sarah a comer sánguches vietnamitas a Chinatown, que es a cuatro o cinco cuadras de casa. Pedimos de Tofu. No sé por qué lo digo con mayúscula, quizás porque hay una calle por acá que se llama Tofu. En cualquier caso, los ajíes verdes estaban más picantes que nunca, y el cilantro me gusta cada vez más. ¿Se dice "gusto adquirido", en castellano? ¿Cómo se dice eso?
Las fotos son a panza llena, corazón contento. Una, a dos cuadras de casa, cruzando la 12, creo, con la torre del diario de Oakland al fondo. Después, ya nuestro edificio, The Alician (en la foto parece de torta de cumple). Los que todavía no han venido tendrán que venir, porque no sé muy bien cómo contar del edificio. Baste saber que el barrio se puso muy de moda en los últimos meses y ya tememos por nuestro alquiler. Pero esto quizás sea porque, en esta franja etaria, y en esta parte del mundo, las conversaciones que no son sobre el tiempo son sobre inversiones inmobiliarias.

18.9.05

fuerte apache / new orleans



el primer fin de semana después del largo estío oriental. fui a una fiesta en west oakland, que es como el fuerte apache (que a su vez es como el Fort Apache, en el Bronx, que a su vez es como Fort Apache, en West Oakland),y estuve charlando con Ben, que es de familia vietnamita de new orleans, y que se fue para alla el fin de semana pasado. Va a escribir un articulo para el New Yorker sobre la tensión negros-asiáticos; parece que los vietnamitas saben cazar camarones mucho mejor que los negros; en realidad, en todo el país pasa que el inmigrante trabaja más por menos, vietnamita, mexicano o cualquier cosa. Además, Ben es de familia vietnamí (o vietnamita; mis alumnos de español 1 seguro que me preguntarían, qué bueno que ahora enseño español 4).
En la foto, getting ready for the party.

14.9.05

Por fin volví de Japón


Después de varias semanas de trámites y malentendidos, pude volver. Lo bueno: descubrí, para cuando vayan, un deli argentino en pleno Toquio donde se pueden comprar milanesas de soja (parece que desde la llegada de Casero hubo un giro brasileño/argentinista en la culinaria japonesa). Lo malo: no pude llegar al entierro de Gilligan.