
La semana pasada dos cosas alteraron la pacífica existencia de mis abuelos en el bucólico pueblo de Saladillo: perdieron el gato y vieron aparecer un charco en la puerta de su casa. Entonces, ¿qué hicieron? Llamaron a la televisión.
Micho, el gato, no es exactamente "de ellos", pero empezó a visitarlos hace cosa de un año y se encariñaron. Así que al ver que no volvía mi abuela decidió llamar al canal de televisión del pueblo. Pasaron el aviso y Micho apareció.
El charco, de alguna manera, fue consecuencia del excesivo esmero de la intendencia por mantener la ciudad en forma. Repavimentaron la calle y por una cuestión de alturas y ángulos difícil de explicar pero fácil de entender el agua no podía correr hasta la boca de tormenta que hay en la esquina. Entonces volvieron a llamar a la televisión, hicieron una nota ("Gran charco en la avenida Belgrano") y ahora esperan a que la intendencia mande a alguien a solucionar el problema.
Yo hace años que vivo sin televisor. Mis abuelos tienen tres, y evidentemente les funciona.